Filosofia de la Educacion.

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sábado, 29 de mayo de 2010

San Manuel Bueno Mártir. Análisis.





¿LA FE MUEVE MONTAÑAS?





Desarrollo prueba
1.- Redactar un comentario y análisis del significado que deduce cada uno del texto, es su conjunto. Análisis crítico.

El texto de San Manuel, nos deja entrever en forma concreta lo que puede hacer la Fe en un pueblo, el que el padre San Manuel sea una persona, tan entregada, preocupada, amable y que lo de todo por su pueblo nos da a conocer la enorme humanidad que el posee en su interior, la entrega total que el da por todos los habitantes de Valverde de Lucerna, nos deja ver a nosotros que la Fe mueve montañas.
Me parece increíble, como el cura, puede mantener a toda una comunidad sumida en una Fe incalculable, deseosos de estar cerca del párroco, ansiosos de participar en la misa, y que San Manuel bueno y mártir, sea una persona que haya perdido la Fe, al ver sus actos ningún pueblerino podría siquiera imaginar lo que pasa por la mente del cura.
Por otro lado la llegada de Lázaro, produce ciertas controversias, debido a que él quiere llevar a Ángela (su hermana) y a su mama a vivir a la ciudad, pero ellas se oponen a esta idea y a la vez Lázaro, se opone a la creencia que tiene el pueblo por Don Manuel, creo que Lázaro finalmente se acerca al cura, solo por curiosidad, por lo que hablaba el pueblo y para comprobar él empíricamente si realmente Don Manuel no consumía al pueblo en una sarta de mentiras, y a de a poco se fue formando una linda amistad entre ellos.
Lázaro pasa a tomar un papel fundamental dentro de la historia, debido a la confesión que Don Manuel le hace, él párroco confía en Lázaro solo y únicamente por que Lázaro viene de otro mundo, el viene llegando de un mundo desarrollado, entonces como el no era uno mas del pueblo que había convivido toda la vida con Don Manuel, el párroco se siente con la libertad de confesarle que el ha perdido la Fe, esta confesión jamás podría haberse desarrollado dentro de otro contexto.
Finalizando este análisis, vuelvo a repetir que es increíble como Don Manuel pudo mantener a su pueblo con Fe, cuando el la había perdido, esto se da debido a que el demostraba y comunicaba Fe frente a sus seguidores.

2.-Plantear dos preguntas con sus respectivas respuestas.

¿Crees tú que en tu pueblo puede existir esta devocion por un cura o la Fe viva de una comunidad?

Yo vivo en un pueblo que se llama Litueche, que esta ubicado en la sexta region de Chile, somos alrededor de 5000 habitantes.
Hay una sola iglesia católica y cuando ha llegado un nuevo párroco a la Iglesia, la comunidad religiosa del pueblo, que en numero debe ser una minoria de personas se hace notar y hace todo para que el nuevo párroco se sienta bien, cosa que lo encuentro super valorable, debido que es un recien llegado y no conoce el pueblo.
Lo que creo que se refleja dentro del pueblo que puedo hacer el paralelo con el San Manuel Bueno, Martír, en este caso no es que el párroco haya perdido la Fe, sino la gran influencia que tiene la Iglesia Católica en algunas personas, que se rigen por los cánones establecidos por la institución, creo que muchos de ellos han perdido la Fe, ya sea por problemas personales o por perdida de Fe adquirida por alguna situacion en particular en relacion a los Santos que la Iglesia posee y muchas veces estas personas aparentan tener Fe.

¿Cual es tu opinion frente a la frase "LA FE MUEVE MONTAÑAS"?

A mi parecer esta frase aún es valida en mi vida y en la de mi familia, FE no significa solo creer solo en la Iglesia y en los santos de esta, es cierto que es algo muy abstracto, pero uno teniendo FE, puede darle un sentido positivo a la vida.

domingo, 16 de mayo de 2010

Sobre la ley de instrucción primaria obligatoria


“La frecuencia con que vemos en las calles de Valparaíso a multitudes de niños desocupados nos sugiere algunas observaciones tendiente a procurar cambiar el estado de cosas… Valparaíso está lleno de niños cuya ocupación es ir y venir por las calles…van y vienen sin que nadie les diga nada…Esos niños tienen por única escuela para las necesidades y esperiecias [sic] del futuro la calzada de la acera de la calle, abundante en espectáculos ajenos a la educación y propicios a la pereza y abandono de todos los deberes… El abandono en que Chile se deja al niño es tal vez la causa de que haya en nuestra baja población tanto individuo dado a la embriaguez, al ocio, al robo”.[1]

El relato que hacía el Mercurio de Valparaíso sobre el abandono y la vagancia infantil que se estaba dando en la otrora joya del pacífico en 1910, es un problema que estaba plenamente vigente en todo el territorio nacional, especialmente en las grandes ciudades de nuestro país, donde comenzó a agudizarse con especial intensidad desde el siglo XIX. Esta situación constituía una clara evidencia sobre la falta de compromiso del Estado y las autoridades respecto a las políticas públicas educacionales y asistenciales que se venían gestando desde 1833.[2]

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el Estado chileno experimentaba una bonanza económica importante producto de los considerables ingresos que se obtenían del recurso minero del salitre, sin embargo los beneficios económicos que generaba este recurso favoreció sólo a una pequeña parte de la población, pues la gran mayoría de los chilenos vivían sumidos en la pobreza y sufriendo todos los males sociales que se desprenden de ella.

Esta contradicción estuvo a la base de lo que se conoce como “la cuestión social”, ya que durante este período se inicio una etapa intensiva del proceso de migración campo-ciudad, lo que trajo por añadidura que las calles de las ciudades fueran vistas como un espacio para “sobrevivir y crecer”. En este sentido, niños y jóvenes vieron en estas la posibilidad de buscar en sustento diario que no encontraban en sus hogares; porque sus familias eran muy pobre o porque simplemente no tenían hogar. Se hizo común ver a niños y jóvenes ocupados en oficios como cargador de feria, lustrabotas, repartidor de diarios o simplemente vagando por las calles agrupados en torno a pandillas dedicadas al pillaje.[3]

En 1900 la población Chilena se era de 2.711.000 habitantes, donde aún prevalecía la población rural por sobre la urbana. El sistema educacional durante este período se encontraba sumido en una profunda crisis, pues para cubrir a los casi tres millones de habitantes, el número de escuelas era del todo insuficiente, ya que casi la mitad de los estudiantes del país se quedaban sin matrículas, permaneciendo un alto porcentaje de la población en la ignorancia y en analfabetismo. A esto habría que agregar que el número de matrículas en la práctica no se condice con el número de asistencia de los alumnos a los establecimientos educacionales, ya que la asistencia a clases era mucho menor que el número de matrículas, convirtiéndose la deserción escolar en otro gran problema. En este sentido, el problemas de la cobertura escolar a inicios del siglo pasado queda graficada claramente por Amanda Labarca quien se refería a esta situación de la siguiente manera:

“El comienzo de siglo halla a las escuelas primarias en pleno aumento. Mientras en 1860, año de la dictación de la ley orgánica de la educación, numeraban apenas 486, en 1900 son 1547, y sus alumnos de 23.882 han subido a 111.410. A pesar de ello, el país absorbía con son suma lentitud sus cifras alarmantes de analfabetismo, pues cada año iba quedando un rezago de 50 a 60% de niños fueras de las aulas de clases. Se carecía de sanción para el que no las frecuentaras y, además, todos los ensayos de alfabetización de adultos tuvieron poquísimo éxito”[4]

Sin embargo, a los problemas de analfabetismo, la falta de colegios y la deserción escolar, habría que sumar las dificultades que se generaban a partir de la deplorable salubridad de la época (aspectos médicos, higiene y control de las enfermedades en los establecimiento educacionales), la deficiente formación de los profesores, las carencias de infraestructura y por supuesto el problema de la asistencialidad, que se constituyó en el tiempo en el gran obstáculo que ha tenido que superar el sistema educacional chileno para lograr bueno resultados. Uno de los personajes más críticos de la época respecto a lo deficiente del sistema educacional, promotor de las mejoras de este y unas de las figuras que más influyeron para la creación de una ley de instrucción primaria obligatoria fue el profesor Darío Salas quien daba cuenta sobre este respecto:

“De los ochocientos mil niños en edad escolar que existen en el país, más de la mitad – un 65,5% según el censo de 1907 – o sea tal vez la cerca de medio millón, crece sin recibir instrucción alguna, vegeta en ocupaciones sin futuro, se agota en la miseria material y se pudre en la peor de las miserias, en la miseria moral. Se han multiplicado las escuelas, se han multiplicado los recursos, pero el pavoroso problema queda en pie”.[5]

El historiador Gabriel Salazar en un estudio publicado en 1990, proporciona antecedentes muy importantes respectos a los problemas de fondo que operaban en la sociedad respecto a los infantes y jóvenes del chile del siglo XIX y las tres primeras décadas del veinte, pues para el profesor Salazar el abandono infantil y los hijos ilegítimos producto de la pobreza de la mayoría de la población constituía uno de los principales obstáculos para mantener a nuestros niños y jóvenes al interior de los colegios, pues estos se encontraban generalmente a la deriva sin un hogar constituido y sin ninguna cobertura de asistencialidad, más que la filantropía de algunos. Para el autor las cifras eran reveladoras, pues “cabe estimar que en los barrios marginales de la capital, la proporción de niños ilegítimos debió oscilar entre 750 y 800 por mil (entre 75 y 80%)… hacia 1900, puede estimarse que, en los distritos donde abundaban los conventillos, casi dos tercios de los nacidos (66,0%, aproximadamente) constituían casos de niños nacidos en condiciones de soledad e ilegitimidad (huachos)”.[6]

Ante esta situación educacional compleja se hizo necesaria la intervención directa del estado mediante una intervención de un cuerpo legal que regulara los procesos educativos en nuestro país. Los orígenes de esto aparato legal surge de la iniciativa de hombres visionarios que vislumbraron la necesidad de una ley para poder hacer frente a la compleja situación en la que se encontraba el país. Don Pedro Bannen Pradel fue quien inicio en la práctica el debate sobre los problemas de educación que tenía Chile. Este hombre de origen liberal formó en 1856 la Sociedad de Instrucción Primaria junto a otros camaradas liberales (M. Amunátegui, M Gonzales, B. Vicuña Mackena), creando mediante esta numerosas escuelas primarias donde asistían personas de los sectores populares de la capital. En 1900 Bannen fundó la Sociedad Escuelas de Proletarios, primera en su género en el país, y la cual tenía como principal objetivo educar y sacar de la calle a los llamados niños barbaros. Pedro Bannen fue quien propuso el primer proyecto de ley sobre instrucción primaria obligatoria 1900, el cual se comenzó a discutir el 11 de junio de 1902. Sin Embargo, la aprobación de esta ley tuvo que esperar hasta 1920 para su aprobación, la cual se produjo bajo el gobierno de don Juan Luis Sanfuentes. La aprobación de esta ley estuvo marcada las contiendas y debates ideológicos entre los sectores políticos conservadores y progresistas que duraron cerca de 20 años. Los sectores conservadores de la sociedad vieron en esta ley un instrumento de manipulación ideológica de la población, por parte de los sectores más progresistas, pues esta tenía como uno de sus elementos centrales la democratización de la educación, lo que le quitaba margen de acción al posicionamiento que tenía la iglesia católica en estas materias. Existían algunas posturas conservadoras que no dejan de llamarlos la atención, pues periódicos como el Mercurio de Valparaíso denunciaban el problema generado por los niños que vagaban por las calles y su abandono, pero proponían como solución a este problema, no que se educaran y asistieran a las escuelas, sino que por el contrario fomentaban el trabajo infantil y la productividad material de los jóvenes, como lo señala la siguiente cita:

“ Si propendemos la regeneración de nuestro pueblo y de nuestra raza en jeneral [sic], comencemos por el niño. No lo abandonemos a sus propios impulsos y encausemos las multitudes en el sentido de crear hombres para el porvenir y no jitanos [sic] ni aventureros desocupados… En Chile no tienen otra ocupación que la de vender periódicos, este negocio es para ellos lucrativo. Pero ocurre que en vez de aprovechar lo que ganan ahorrándolo o entregándoselo a sus padres o para vestimentas, lo usan para dar paso a sus vicios, al juego o a todas las perversiones que la calle pone a su alcance en constante provocación”.[7]

Siguiendo esta idea, podemos continuar argumentando que El Mercurio de Valparaíso dio cuenta de esta situación sin hacer ni siquiera mención a lo relevante que resultaba establecer reformas educacionales que permitieran solucionar este tipo de problemas, más apelando a un discurso racista incentiva a los niños a gastar bien el dinero que ganan trabajando, lo cual es del todo deplorable, puesto que esto no es más que un incentivo y aceptación pública del trabajo infantil (uno de los principales cuestionamiento que se le hicieron a las sociedades capitalistas del siglo XIX e inicios del XX), ya que por un lado condena la situación de la vagancia infantil, pero por otro lado propone no como solución la inserción de los infantes a un sistema educacional, sino que por el contrario incentiva las prácticas laborales de estos como alternativa al problema, ya que hace reflexionar a la opinión pública refiriéndose a que si “es acaso Chile el único país del mundo en que se tolera al niño desocupado, en todas partes trabajan y son útiles…para ellos [en Chile] no hai [sic] trabajos, ni obligaciones caseras que cumplir…”.[8] Esto obedece a un acto sumamente irresponsable y deplorable por parte de uno de los diarios que más ha hecho alarde de su prestigio moral y defensor de las buenas costumbres de la sociedad chilena. Sin embargo, y a pesar de este tipo de situación e impedimentos se logra aprobar de forma definitiva la ley de instrucción primaria obligatoria en 1920.

Finalmente se aprueba la Ley de instrucción Primaria, que reemplazará la Ley Orgánica de 1960 bajo el gobierno de Juan Luis Sanfuentes, un 26 de Agosto de 1920, adquiriendo rango constitucional en 1925.

Ideas centrales de la LIPO:

El establecimiento de la obligación de los padres y guardadores de dar educación primaria a los menores a su cuidado; la obligación, abarcaba los 4 primeros años de estudio primario, que se suponen terminados antes de los 13 años de edad.

Se suprimen las preparatorias de los liceos, siendo necesario desde ahora sólo el certificado de 6° año para ingresar a la segunda enseñanza.

Se destaca también la obligación de los dueños de grandes propiedades agrícolas (2000 has) y a las empresas que ocupasen más de 200 obreros, que construyeran escuelas, comprometiéndose el Estado con una subvención de 25 pesos por alumno.

Mejoramiento de la carrera docente, contemplando sueldos más altos, perfeccionamiento y un escalafón basado en antigüedad y méritos.

Participación activa de los municipios en la aplicabilidad de la ley, aumentando el número de inscritos en las escuelas públicas.

Sin duda se realizaron avances importantes con respecto a la educación, pero lo cierto es que el problema de fondo no se solucionó, aún existía baja asistencialidad. Uno de los principales problemas atribuidos al último punto mencionado son los recursos que disponen las familias, por esta razón es que en 1927 se comienza a implementar desayuno escolar como un elemento de asistencialidad entregado a través de las municipalidades. Otro elemento importante es la creación del Ministerio de Educación y se amplió los años de escolaridad de 4 a 7 años. El ritmo de las iniciativas para reforzar la educación cayó con la llegada de la crisis económica en 1929.

La precariedad de la infraestructura era un evidente problema en las escuelas nacionales, esto se hacía aún más grave en las provincias. Para ello se implementó el llamado “Plan Mínimo de Educación Popular” ( Pedro A. Cerda) el cual aportó principalmente en mejorar las edificaciones junto con la implementación de material de enseñanza. También se comienza a dar mayor importancia a las escuelas técnicas, esto se ve coronado con la creación de la Universidad Técnica del Estado en 1947. Si bien existieron aportes en la década de los 50 respecto al sistema educacional, estos no fueron de gran relevancia como las reformas que se realizaron en el decenio de 1960 donde se dan grandes pasos respecto al desarrollo de del sistema educativo.

Como observación final podemos decir que la ley de instrucción primaria obligatoria de 1920 tiene dentro de sus principales logros instaurar en el inconsciente colectivo la idea de “escuelas para todos”, dando inicio a un largo proceso de democratización de la educación en Chile. Por otro lado, puso el tema de la educación como epicentro de los debates (serios) sobre el sistema educativo del país, instalando en el Estado una idea de concientización respecto al paradigma social sujeto-escuela, puesto que a partir de esta ley se busca familiarizar a la ciudadanía con la institución educacional. Sin embargo, este cuerpo legal puso de manifiesto en sus resultados a corto plazo que el gran problema al cual había que hacer frente para lograr éxitos educativos era la “asistencialidad”, pues este se constituiría a la larga en el gra problema de la educación chilena.



[1] El Mercurio de Valparaíso, 7 de septiembre, 1910.

[2] Esta fecha referencial no es de carácter arbitraria, pues creemos que el Estado chileno surge a partir de la constitución publicada ese año, pues es a partir de esta fecha que comienzan a irrumpir en la sociedad chilena el aparataje estatal propiamente tal.

[3] Vs., Gabriel Salazar, Ser niño “huacho” en la historia de Chile (siglo XIX), LOM ediciones, Santiago, 2006, pág. 45-46.

[4] Amanda Labarca, Historia de la Enseñanza en Chile 1900-1039, Publicaciones Universidad de Chile, Santiago, 1930, pág. 229.

[5] Amanda Labarca, Op.cit., pág 232. Cita a Dario Salas : El Problema Nacional, Santiago, 1917, pág. 322.

[6] Gabriel Salazar, Op.cit.,pág. 81.

[7]El Mercurio de Valparaíso, 7 de septiembre, 1910..

[8] Ídem.